10/31/2012

Muchas de las cosas que pasan en nuestro monte tienen que ver con los intereses de la industria, que raramente coinciden con las necesidad reales de la conservación del medio natural, un ejemplo de ello es el mito de la limpieza de los bosques para evitar incendios, como si no supieramos que mas del 90 % de los incendios son provocados, que en el caso del bosques autóctonos debe ser del 100%, y en eso desgraciadamente somos lideres destacados. El artículo de este especialista aporta un poco de conocimiento sobre el tema.

Salud y república

Limpiar el monte para evitar que se queme

Eliminar el matorral y el sotobosque para protegerlo de posibles incendios es un contrasentido

ROLANDO RODRÍGUEZ MUÑOZ INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DE EXETER, REINO UNIDO
Algunos profesionales y empresas del sector forestal llevan años afirmando que la solución al problema de los incendios forestales está en «limpiar»» el monte. No se trata de que éste esté lleno de basura, sino que quienes hacen esta afirmación consideran al matorral y el sotobosque como residuos vegetales. Su propuesta consiste en retirar toda esa vegetación, rasurando el monte hasta dejarlo como un parque urbano. Unos recomiendan que esa limpieza se haga mediante el uso de maquinaria, y que se utilice la vegetación como biomasa pare la producción de electricidad. Otros sugieren que se utilicen medios más «ecológicos», incrementando la cabaña ganadera para convertir nuestros montes en una inmensa granja de vacas, caballos, ovejas y cabras. Una tercera opción es la denominada «quema controlada», que se diferencia de una quema incontrolada en que la superficie calcinada es menor y se evita dañar el arbolado. Por lo demás, ambos tipos de quemas tienen las mismas consecuencias, erosionan el suelo y destruyen el sotobosque y el matorral.


La limpieza mediante maquinaria fue materia de un artículo de «Europa Press» publicado en este diario el pasado mes de agosto. La multinacional Ence describía como residuos forestales o combustible abandonado todo lo que no sean árboles, afirmando que su existencia es desencadenante de incendios. La empresa cuenta con una planta de biomasa en Asturias, y sugiere que la mejor manera de conservar nuestros montes sería quemar toda esa vegetación en una planta de ese tipo para producir de electricidad. Sin duda, una buena manera de evitar que alguien queme el monte es adelantarse y quemarlo antes. Esto puede generar importantes beneficios económicos a la empresa propietaria de la central de biomasa, pero es un sinsentido plantear la roza y quema de vegetación como estrategia de conservación de la naturaleza. De hecho, numerosos ejemplos han demostrado que la «limpieza» del monte o la construcción de cortafuegos y pistas de acceso son medidas poco eficaces a la hora de prevenir o controlar el fuego, si tenemos en cuenta los graves daños ambientales que conllevan. Sorprende que mientras lanzan al aire este tipo de propuestas, tanto Ence como algunos profesionales del sector forestal continúan fomentando la expansión de las grandes plantaciones de pino y eucalipto sobre las que se concentran la inmensa mayoría de los incendios forestales.


Calificar al matorral y el sotobosque como residuos tiene poco que ver con la realidad. El sotobosque es un componente fundamental de las zonas arboladas. En él se concentra una buena parte de la diversidad vegetal del bosque y de él dependen numerosas especies animales, incluyendo algunas tan importantes desde un punto de vista de conservación como el urogallo. Si eliminamos el sotobosque gran parte de la fauna y flora forestal desaparecen. Lo mismo ocurre con los brezales y piornales, formaciones vegetales que contribuyen a retener la humedad y proteger el suelo de la erosión, facilitando además la regeneración natural del arbolado. Por estos motivos, para una amplia mayoría de la sociedad, matorrales y arbustos son mucho más valiosos en el monte que transformados en electricidad en la caldera de una central de biomasa.


Aunque se trata de una labor muy difícil, identificar y procesar judicialmente a quienes provocan incendios parece la solución más eficaz. En algunos lugares, las mismas zonas son quemadas una y otra vez durante décadas sin que se detenga al causante. Descubrir a los incendiarios sería más sencillo si se incrementase la vigilancia, algo que a su vez contribuiría a la detección del fuego antes de que se extienda. Por desgracia la sociedad no parece estar aún muy concienciada sobre las graves consecuencias derivadas de los incendios, y la colaboración ciudadana para detener a los incendiarios es insuficiente. Seguir informando a la sociedad y educando a los niños desde que comienzan en la escuela parece una buena alternativa para lograr esa concienciación. Paralelamente, resulta lógico pensar en la necesidad de evitar que alguien pueda sacar provecho de un incendio, por ejemplo prohibiendo el uso ganadero de las zonas quemadas, tal y como se está haciendo en algunas lugares en la actualidad. Como medida preventiva, cabría racionalizar el uso del territorio evitando la existencia de masas continuas de especies foráneas muy susceptibles al fuego, como pinos y eucaliptos. Intercalar áreas de bosque caducifolio dentro de estas plantaciones rompería esa continuidad y dificultaría el avance del fuego en caso de incendio.


Resulta tan sorprendente como necesario tener que recordar que los montes son sistemas naturales y no meros almacenes de materias primas. Describir la frondosidad de un monte como combustible acumulado es como calificar de montón de carne a una manada de venados.

10/10/2012

Vente a Alemania Pepe

Como soy contrario a las cosas que circulan por la red sin "control de calidad", o lo que es lo mismo, sin conocer el origen de la información, de ahí las tonterias que circulan sobre el número de empleados públicos, el origen de la margarina, los médicos que cumplen el horario (jejeje) o el fin del mundo según los mayas, tomo lo siguiente con cierto escepticismo aunque el argumento es bueno, si bien precisamente el título es lo más falso y deberíamos aplicarlo a todos los mitos que se han ido construyendo sobre mentiras interesadas, y aqui la Iglesia (la Santa Iglesia Católica y Apostólica romana) se lleva la palma, por supuesto. Pero no solo esto, la semana pasada dieron un documental en televisión (programa "Versión española" de TV2) sobre la emigración de los años 50 y 60 a Alemania impresionante, y no exagero nada porque pone en evidencia las mentiras que se han contado sobre el supuesto prestigio de los trabajadores españoles en Alemania, el buen trato que se les dispensó, la seriedad de los contratos de trabajo y tantas otras cosas que teniamos como ciertas. El documental se titula "El tren de la memoria" y es muy recomendable. 
http://www.rtve.es/alacarta/videos/version-espanola/version-espanola/613134/ 

http://periodismohumano.com/migracion/la-mitad-de-los-emigrantes-espanoles-se-fueron-sin-contrato-de-trabajo.html

Salud y República
LA HISTORIA NO PERDONA MITOS

 Soy un barcelonés de 30 años que, como mi generación, creció con el Club Super 3, el Tomàtic, la Bola de Drac, la Arare , Sopa de Cabra, Els Pets, Els Caçafantasmes, “Regreso al Futuro”… Veíamos la  predicción del tiempo en la TV 3, con los dibujos de soles y nubes sobre un mapa de los Países Catalanes.

En la escuela nos explicaban la historia de las cuatro barras, pintadas por el emperador franco con la sangre de Wilfredo el Velloso sobre un escudo o tela de color amarillo-dorado: así nació nuestra  bandera ( la Senyera ). Los domingos por la mañana bailábamos sardanas en la plaza de la Iglesia , y daba gozo ver en un mismo círculo a los abuelos y los nietos, cogidos de la mano. En Navidad hacíamos cagar al  “Tió”, y poníamos un “Caganer” con barretina en el Nacimiento. Así, disfrutábamos de una auténtica Navidad catalana como Dios manda.

En la primavera cogíamos las Xirucas ( Chirucas , marca de calzado ], y nos íbamos  a nuestros Pirineos a disfrutar de nuestras  montañas y sierras, en nuestra tierra. Celebrábamos la “Diada”, con ánimo de no olvidarnos de la derrota de nuestro pueblo contra Felipe V y los españoles.

Somos un pueblo trabajador, con carácter, distinto del resto. Tenemos la Caixa , el RACC, los Mozos de Escuadra y los Ferrocarriles Catalanes. ¿Qué más queremos? Pues queremos, queremos, queremos…


Pero la verdad no se puede ocultar siempre. Te vas de Erasmus a Londres, y descubres que existe vida fuera de nuestro pequeño planeta catalán. Que también hay trabajadores con carácter en otros territorios. Que la Caixa no es tan importante, si se compara con el Comercial Bank of China. Que solamente una ciudad como Shanghái tiene 20 millones de personas (tres veces toda Cataluña).

Descubres la verdad: que lo de las cuatro barras de Wifredo el Velloso sólo era una leyenda, un mito, sin fundamento histórico. Ni Wifredo fue contemporáneo del emperador, ni se usaba la heráldica en ese siglo. Además, hasta la unión con Aragón, el emblema de los condes de Barcelona fue la cruz de San Jorge (una cruz de gules sobre campo de plata).

Descubres que la sardana la inventaron en el año 1817. Fue un tal Pep Ventura, que tampoco se llamaba Pep sino José, nacido en Alcalá la Real, provincia de Jaén, e hijo de un comandante del Ejército español.  Se la inventaron, porque no podía ser que la jota de Lérida o del Campo de Tarragona fuese el baile nacional. Y tampoco podía serlo el baile denominado “El Españolito”. Por eso se inventaron la sardana a comienzos del siglo XIX: para crear una identidad nacional  inexistente hasta entonces. La sardana, otro mito.

Descubres que en 1714 no hubo ninguna guerra catalana-española, que Cataluña no participó en ninguna derrota bélica. Fue una guerra entre dos candidatos a la Corona de España, vacante desde la muerte de Carlos II sin descendencia: entre un candidato de la dinastía de los Borbones (de Francia) y otro de la de Austria (de tierras germánicas). En todos los territorios de la Corona de España hubo austracistas y borbónicos: por ejemplo, Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el mismo bando que Barcelona. No fue, como intentan venderlo, una guerra de secesión, sino de sucesión: ningún bando aspiró nunca a romper la unidad dinástica entre Castilla y Aragón, ni la separación de Cataluña. La Diada , otro mito.

Descubres que el “Caganer” del belén es una “tradición” que no se generaliza hasta el siglo XIX, como la sardana. Y que el “Tió” es otra milonga identitarias y absurda. La Navidad catalana, otro mito.

Te das cuenta que [los nacionalistas] nos han tomado el pelo. No nos han educado, sino adoctrinado. Que nos han alimentado, sin darnos cuenta, de una “ideología total” que se encuentra por encima de todo y de todos. Lo abarca todo: permite pisar el derecho de las personas, modelar la Historia a su gusto, y determinar qué está bien o mal.

Te das cuenta que [los nacionalistas] nos han adoctrinado a través de mitos, leyendas, mentiras. Que han construido o falseado una realidad, con tal de fundamentar su ideología. Intentaré poco a poco ir comentando esos mitos. Pido ayuda y la colaboración de todos, para tratar de encontrar otras mentiras. Así, [los catalanes] podremos liberarnos de esos mitos, y ser libres de verdad.

Está claro que eso de viajar, es para algunos, una estupenda vacuna contra la estupidez y el aldeanismo.
 

10/03/2012

la bicicleta en el imaginario adolescente

Tenía que ser mi admirado Jose Luis Alvite el que recupere aquella imagen erótica y carnal de la mujer y la bicicleta que inundó nuestra adolescencia.


Sexo con hormigas 
3 Octubre 12 - - José Luis Alvite
He sentido desde muy joven verdadera fascinación por la sexualidad de las mujeres y he llegado a la conclusión de que si resultan excitantes es porque no hay en la feminidad un solo misterio cuya resolución no suponga la aparición de algún misterio nuevo, como en esas obras de teatro inglesas en las que al abrir una puerta el personaje se encuentra frente a tres puertas con las que no contaba. En mi primer acercamiento a la sexualidad de las mujeres tomé como modelo a tía Pepita, que era comadrona en Cambados y había tenido un novio que decidió meterse cura. Nunca supe que tía Pepita tuviese relaciones sexuales con alguien y el único indicio de felicidad acaso erótica que recuerdo en ella es su sonrisa al pedalear en la bicicleta en la que acudía a los partos. Cuando después de un largo pedaleo arrimaba la bicicleta a una pared en el vestíbulo de casa, yo me acercaba a oler el sillín mientras también lo rondaba una jadeante rondalla de perros. En una ocasión reuní un puñado de hormigas sobre el sillín y los bichos se quedaron  casi dormidos, seguramente saciados por el almíbar suculento, seroso y puerperal del cuero. A tía Pepita no le gustaba mucho que yo le pidiese la bicicleta para salir de paseo y a mí entonces me parecía que lo que le preocupaba al negármela no era mi integridad física, sino mantener a salvo el secreto de su sexualidad, la marroquinería de aquella lujuria a la que yo creo que renunció justo el día que decidió no ir a los partos pedaleando y retiró su «Orbea» a un lejano poyete suspendido del techo. Años más tarde, ella decidió descolgar la bicicleta, salí a dar un paseo en ella y me di un batacazo. Y tía Pepita me puso la cena y se me quedó mirando con su abacial severidad victoriana, como si supiese que lo mío con la bicicleta hubiese sido incesto.