11/12/2013

Sumision



“(…) Sin duda, lo que llamamos civilización occidental moderna y lo ésta se esforzó en lograr, se fundamenta por un lado, en las tradiciones griegas y romanas en lo civil, y por otro en las tradiciones judeo-cristianas en su ideología y base religiosa. Los abusos mencionados anteriormente (relativos a la discriminación secular de la mujer en las sociedades cristianas)  llevaron a que a medida que el mundo se fue modernizando, las mujeres salieran a las calles a reclamar por sus derechos organizadas en movimientos feministas de pensadoras, educadoras y activistas. El péndulo se balanceó para el otro lado y entonces las mujeres exigieron la igualdad absoluta de derechos y la liberación de tantos años de machismo y abusos. En muchos de los países laicos de hoy en día, la mujer tiene la igualdad de derechos en muchos aspectos, pero al mismo tiempo, esa igualdad la ha expuesto a una agresividad inmoral y materialista que la considera como un objeto sexual a la venta. La ruptura de la unidad familiar y la propagación de la inmoralidad sexual, el aborto, la homosexualidad y los desvíos criminales han causado reacciones adversas dentro de la sociedad, en especial por parte de los religiosos o conservadores, que no pueden ir contra la corriente. En este contexto y con el legado que nos deja la historia, voy a presentar las características de los derechos de la mujer en el Islam y brindaré respuestas a algunos errores de concepto comunes, para demostrar que es mejor seguir la guía de Dios que dejar que el hombre y la mujer se guíen entre sí según sus caprichos.” (para mas información http://viveislam.islammessage.com/Article.aspx?i=111 )

Es evidente que la controversia entre la Iglesia católica y el Islam, sustanciada por el Papa Benedicto XVI en una conferencia sobre Razón y Fe no va más allá que denunciar la conversión forzada y la difusión de la fe por medio de la violencia, que se considera irracional pues “la conversión debe pasar por la razón”. Por lo que se ve, otros aspectos de la práctica  religiosa de ambas culturas son menos distantes que lo señalado por el Papa Benedicto. Para muestra lo que se mantiene sobre las mujeres en el Islam actual y lo que declaran “nuestros” obispos en cuanto se “descuidan” un poco. Como aquel de Tenerife sobre los adolescentes que desean los abusos y “si te descuidas te provocan”. Lo último viene de otro (arz) obispo mediático que ha autorizado la publicación de un libro que propone a la mujeres casada la sumisión como suprema muestra de obediencia y generosidad. Por cierto, nunca había oído hablar del “aoristo pasivo” y ahora que lo he leído, no lo entiendo. Y yo que creía que el griego era una perversión… ( con sumisas, por supuesto ).      



Al obispo de Tenerife le provocan
"Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece". En estos términos se ha referido al abuso de menores el obispo de Tenerife Bernardo Álvarez en una entrevista que publica el diario local La Opinión….

El Arzobispo de Granada y las “sumisas” 
La editorial Nuevo Inicio, una iniciativa directa del Arzobispado de Granada, ha editado un libro titulado 'Cásate y sé sumisa', de la autora italiana Costanza Miriano, en el que por 16 euros se enseña la "obediencia leal y generosa, la sumisión". Esta editorial ha editado el libro no exento de polémica como parte de su responsabilidad en relación con la dignidad cultural de la fe, según detalla en su página web. La editorial está presidida por el arzobispo Javier Martínez, famosos por sus declaraciones públicas contra el aborto, y el mismo que en una homilía dijo que la mujer que aborta "mata a un niño indefenso" y, por tanto, "da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar" de su cuerpo.

La publicación, que según adelantan algunos medios regionales Costanza entregó al Papa Francisco, inaugura una colección sobre la vida experimentada a través de los ojos de la mujer y desde la fe cristiana, según detalla el Arzobispado de Granada. Mientras el secretario general del Partido Popular andaluz, José Luis Sanz, ha apremiado este lunes al Arzobispado de Granada a "rectificar" y retirar el libro por considerarlo un "auténtico despropósito", éste no ve razones para hacerlo.
(…) Según informó el propio Arzobispado el pasado mes de septiembre, que recogía el resumen del libro, la autora "está casada, es sumisa -al menos le gusta decirlo- y tiene cuatro hijos". "Es católica y, por tanto, (casi) siempre está de buen humor. Es periodista y trabaja en la redacción de los telediarios de la RAI-3. Habría estudiado también filología clásica, pero, dado que de vez en cuando le asalta la duda de si el aoristo pasivo es o no un insecto particularmente desagradable, lo único que puede añadir a su currículum es que ha corrido varias maratones -lo cual le ha venido muy bien para llevar una familia numerosa-, que fue delegada de clase, que descubre y elimina los piojos a mano y que es capaz de darle el pecho a un bebé, de corregir -mal- los deberes a un niño y de quemar una empanada, las tres cosas a la vez".

11/07/2013

Provincialismo



Alguien dijo hace poco, como explicación de la crisis de la prensa, que los ciudadanos no se fían de los medios de comunicación y que no están dispuestos a pagar por la información. El fenómeno más acentuado es la polarización de ciertos medios, que parece sustituir a los propios partidos políticos y a los gobiernos  marcando el calendario y las políticas a seguir. No hay más que asomarse a las páginas de La Nueva España y contemplar el espectáculo infame de la manipulación informativa que cada día nos ofrece.Sobre esto escribe hoy Miguel Angel Aguilar y Manuel Vicent en domingo pasado. La guinda la pone la genial viñeta de El Roto.

Que pasen ustedes un buen día    


¿Vuelve la Anti-España?

En las elecciones de febrero de 1936, de los 473 escaños del Congreso de los Diputados el Partido Comunista de España logró 17 y Falange Española ninguno. Solo seis meses después, en julio, se produjo la sublevación de algunas unidades militares que degeneró en guerra civil. Entonces, fueron esas dos formaciones las que, a pesar de su insignificancia parlamentaria, terminaron polarizando el enfrentamiento entre las dos Españas y las dos Catalunyas que se combatían. Desde el principio, la guerra necesitó de esas palabras que carga el diablo y galvanizan a los combatientes. De ahí que quienes luchaban bajo las bendiciones eclesiales optaran por descartar que tuvieran enfrente a otros españoles de diferentes ideas o afinidades. Imaginaban que su lucha era la de la bestia y el ángel, conforme la describía en su poema el primer José María Pemán, a la altura de 1938.
En un lado, el de la Cruzada, combatía España. En el otro, sus enemigos, la Anti- España, la conspiración judeo-masónica-bolchevique, que debía ser erradicada de la faz de la tierra y aniquilada. El 1 de abril de 1939, el último parte del cuartel del generalísimo concluía diciendo “la guerra ha terminado”: Empezaba la victoria. La concordia hubo de esperar a que la convocara don Juan Carlos al ser proclamado Rey, porque solo quiso serlo de todos los españoles. La paz reconciliadora solo llegó con la Constitución de 1978. Han pasado 35 años y ahora son visibles los intentos de volver al lenguaje de la España auténtica y de la Anti-España. La puja decidida de prietas las filas pretende un dicasterio vigilante que mantenga su particular sentido de la ortodoxia. Las unidades de la Brunete mediática compiten entre sí para ganar el campeonato de la desmesura, sin dejar espacio a la reflexión inteligente. En vez de desactivar la desafección observable en Cataluña respecto de España; en vez de tomar posiciones “a favor de Cataluña en España”; en vez de evitar que prenda también otra desafección generalizada en el resto de España hacia Cataluña, pugnan por exacerbar los peores sentimientos y abonar el campo de los secesionistas.
Algunos medios pugnan por exacerbar los peores sentimientos y abonar el campo de los secesionistas
Siguiendo una actitud mimética, en Cataluña también se ha intentado trazar otra divisoria cainita entre los buenos catalanes, independentistas por supuesto, y los réprobos, resistentes a sumarse a la piña deseada. Por eso, como señalaba un buen amigo periodista en su telegrama a Artur Mas, el Molt Honorable President de la Generalitat, causa espanto que se creara de urgencia el pasado julio un registro oficial de adhesiones a las políticas impulsadas por el Gobierno de Cataluña. Su propósito declarado era recabar información y datos personales de los comulgantes adheridos, que se mantendrían en secreto hasta que conviniera hacerlos públicos. Es el Todo por la Patria, cualquiera que sea su perímetro. Parece seguir el precedente del certificado de adhesión al Movimiento Nacional, imprescindible en el régimen de Franco. Un sistema acreditado para distinguir entonces a los buenos y malos españoles y que iba a ensayarse ahora para hacer lo mismo con los catalanes. Ayer se anunciaba la renuncia a ese intento y debemos celebrar todos que se haya desistido del disparate.
Vienen enseguida los intérpretes totalizadores, que disponen de pizarra en las cabeceras relevantes. Suben al estrado y presentan en términos monolíticos las actitudes prevalecientes en Madrid o en Barcelona. Hablan, por ejemplo, de la prensa de Madrid caracterizándola a partir de sus expresiones más arriscadas. Las perciben como una amenaza, pero deberían saber que esa amenaza antes expandirse y vadear el Ebro hace sentir sus efectos más inmediatos sobre quienes están avecindados en Madrid. Porque quienes viven y trabajan en la Villa se sienten avergonzados cuando se elige a los alistados en las filas del exabrupto como si fueran sus abanderados indiscutibles e indiscutidos. Madrid es ancho y ajeno a esa barbarie dialéctica. Tiene múltiples circuitos para la atribución del prestigio social, en modo alguno cristaliza en la abyección sino que reconoce la inteligencia sintiente, conforme a los esclarecimientos de Xavier Zubiri. Conviene distinguir bien en vez de extraviarse siguiendo algunos señuelos, que la convertirían en el destino natural de los improperios proferidos en defensa propia.
Porque los valedores de la españolez están siempre estrechando el perímetro de su particular España y ampliando el de sus sospechas para incluir allí a cuantos actúan con conciencia y criterio propio sin atender a la servidumbre que les querrían imponer. Así son etiquetados con la estrella de la Anti-España, por ejemplo, el vicepresidente de la Comisión Europea Joaquín Almunia, el juez del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo Luís López Guerra o el padre de la Constitución Miquel Roca. Quien les estigmatice lo hace también a todos nosotros. Vale.

Respirar

Esa algarabía insustancial que transportan las ondas electromagnéticas forma en el espacio una capa venenosa contra la que de nada sirve ponerse una mascarilla

Dijo el Buda Gautama a su discípulo: ya tienes tarea para hoy, inspira, espira, inspira, espira. El Buda nació en Nepal en el 563 antes de Cristo y puede que en aquel tiempo el aire de ese país del Himalaya fuera tan puro como las palabras que pronunciaban los sabios. Pero hoy ese ejercicio de respiración hay que tomarlo con cautela, y no porque en este planeta no existan parajes todavía incontaminados, valles verdes con cascadas, ínsulas extrañas y jardines secretos. En cualquiera de estos lugares uno puede sentarse en posición de la flor de loto sobre una alfombra y respirar lenta y profundamente para absorber hasta el fondo de las entrañas toda la energía vital que transportan los iones del aire. Mas, por desgracia, ese aire en apariencia tan limpio está ahora muy viciado, no por el monóxido de carbono y otros gases tóxicos, sino por las ondas electromagnéticas que emiten la radio, la televisión, las tabletas y teléfonos móviles, que se expanden esféricamente por todo el universo no sin dejar en suspensión en la atmósfera toda la basura moral que producen los deseos frustrados la humanidad. Parece que esa contaminación es inocua porque no se ve, pero con la respiración uno inhala el parloteo estúpido de la gente, el sexo rudo, los rebuznos fanáticos, los exabruptos e insultos, los espionajes y acosos y todas las pesadillas de los visionarios. Esa algarabía insustancial que transportan las ondas electromagnéticas forma en el espacio una capa venenosa contra la que de nada sirve ponerse una mascarilla. Algunos exquisitos se creen a salvo de semejante ponzoña porque no mandan ni reciben mensajes por móvil, ni tienen Twiter, ni Facebook, ni WhatsApp y apagan la radio y la televisión en cuanto salta cualquier estupidez que pueda ensuciar su mente. Aunque ese ciudadano sustituya un programa basura o el gallinero insufrible de una tertulia política por los conciertos de clarinete de Mozart, no se librará de la peste que esos medios dejan atrás cuyo efecto es más tóxico que el monóxido de carbono. Se trata de un veneno de acción lenta que anula las defensas y sin darse cuenta uno pierde la autoestima y se ve envuelto en la mierda. Inspira, expira, inspira. Tiempos aquellos del Buda Gautama cuando el aire puro solo estaba impregnado con el pensamiento de los sabios.

10/10/2013

Doblaje o subtítulos



 Hay quien piensa que la obligatoriedad de doblar todas las películas en España, una norma de 1941 (tercer año triunfal) copiando la establecida en la Italia de Mussolini en defensa de la lengua, nos ha relegado en el conocimiento de los idiomas extranjeros, especialmente el inglés, y de hecho somos el único país de la comunidad iberoamericana que sigue doblando el cine que viene de afuera. Claro que en todas partes cuecen habas, y en Catalunya a calderaos, porque no hace mucho (2010) han aprobado una ley que obliga a las distribuidoras a doblar al catalán el cine extranjero, también, como aquella ley de Mussolini, para proteger el idioma de Greuges de Caboet, Ramon Llull, o de Milá y Fontanals.     

Salud camaradas


¿Habla usted mi idioma?

Los doblajes ponen en la boca de los actores algunas frases que no se usan en el mundo real

Algunas cosas solo suceden en el cine. Por ejemplo, mantener una agradable conversación telefónica y colgar sin decir “hasta luego”. O ir a un gran edificio en coche y aparcar justo a la puerta. O que todos los teléfonos empiecen con 555.
Los traductores del cinematógrafo han desarrollado también un séptimo arte de hablar. Así, escuchamos con frecuencia a los actores algunas frases que casi nunca oímos en nuestra vida cotidiana.
Cuando alguien no está de acuerdo con algo, suele decir a este lado de la pantalla: “No estoy de acuerdo”. O “no lo veo, chico”. O “ni de coña, maja”. O “ni hablar”. En cambio, si actuase ante una cámara diría: “No creo que sea una buena idea”.
Sabemos que los doblajes obligan a resolver un sudoku en el que juegan el movimiento de los labios y lo que se decía en la lengua original. Pero da la sensación de que algunos guionistas han tomado carrerilla y aplican esas extrañas fórmulas incluso a las obras rodadas en español.
Así, oímos a menudo en el cine: “¡Que te den!”. ¿Que le den qué? En el español de España se aprecia que falta algo. Además de lo que usted ha pensado, podría completarse así: “Que te den morcilla”.
En muchas películas, alguien cae rodando por las escaleras —propinándose un golpe en cada peldaño— y le pregunta quien le espera abajo para recogerlo amorosamente y reconfortarlo: “¿Te encuentras bien?”. Y el espectador tendrá ganas entonces de pensar: “Coño, ¿no ves que se ha caído por las escaleras?, ¿cómo se va a encontrar?”. Claro, porque el espectador, si estuviera al pie de la escalinata de mármol por la que se ha derramado el torpe protagonista, preguntaría en ese caso: “¿Te has roto algo?”; pues ha quedado claro que bien del todo no puede encontrarse.
Hay que entender todo eso, no es fácil traducir un diálogo con el metrónomo del movimiento bucal
Por el contrario, alguien se merece una felicitación por ese hallazgo tan exclusivamente cinematográfico que se pronuncia cada vez que se encuentran dos personajes en una selva, o similar: “¿Habla usted mi lengua?”. Merece elogio, digo, porque la fórmula sirve para cualquier idioma original en que se haya rodado la película y para cualquier lengua a la que se traduzca; pero si el otro no habla su idioma, ¿cómo va a entenderle la pregunta? Usted dígale “buenos días” y ya le contestará “buenos días tenga usted” si es que ha entendido su lengua. Si no la entiende, la misma cara le va a poner que si preguntara “¿habla usted mi lengua?”; y si la entiende se ahorrarán preámbulos y entrarán ya en materia después del saludo inicial.
En la vida real, alguna gente no sabe cómo decir que no. Debieran ir más al cine. Si alguien le propone a un amigo que cruce la montaña para encontrarse con su primo, pongamos por caso, puede recibir esta respuesta: “Cruzar la montaña no es una opción”. O sea, el actor dice de esa guisa lo que a este lado de la pantalla expresaríamos de otro modo: “No se puede cruzar la montaña”, tal vez porque alberga peligros insondables o porque sencillamente no se puede cruzar la montaña.
Si se hubiera rodado una película sobre el torero Rafael El Gallo, su famosa frase “lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible” la habrían formulado de otra manera: “Lo que no puede ser no puede ser, y además no es una opción”.
En algunas películas, lo que a este lado de la pantalla llamamos “funeral” se denomina “servicio religioso” (aunque no quede muy claro qué servicio recibe el muerto); y si alguien obtiene un éxito no gritará “¡bien, bien!”, o “¡qué suerte!”, o “¡de puta madre!”, sino “síiii, síiii, síiii”. Y si va a suceder una catástrofe, quien se da cuenta de lo que se avecina gritará horrorizado: “¡Ooooh, Dios mío!”. Y el que esté a su lado agregará: “¡Maldita sea, maldita sea!”.
Hay que entender todo eso, porque no debe de resultar fácil traducir un diálogo con el metrónomo del movimiento bucal.
Siempre será mejor la versión original subtitulada, claro; pero solo si tenemos la suerte de no encontrarnos muchas faltas de ortografía en sus textos. Porque, ¡ooooh, Dios mío!, a veces parece que en los subtítulos tampoco hablasen nuestra lengua.

8/06/2013

Rebaño de beocios

No ha pasado un siglo, pero si el tiempo suficiente que se temía Pedro Pidal para que "los rebaños de beocios" invadan nuestro "paraiso montaraz". Si en algo tenía razón es en la motivación de los turistas, El turismo moderno, que no es mas que como decía Pedro Pidal "cosmopolitismo vano e insustancial", más interesados en repetir en directo imágenes de televisión y dar cuenta de nuestra gastronomía, que de admirar el encanto y la grandiosidad de nuestras montañas. Una actitud que corre paralela a los que utilizan nuestra agreste naturaleza como una pista polideportiva, de la que no aprecian nada más que la dificultad y el riesgo.
     
“Ya ha sonado la piqueta civilizadora por las cumbres del Pirineo Central; ya hay cables de acero en el  du Midi d’Ossau; ya pasan de veinte los refugios edificados en la vertiente francesa; tras esto vendrán las compañías de guías arreglando rutas y clavando pitones de hierro en que amarrar los cables; y luego llegarán los funiculares, esos sacrílegos armatostes que profanan la excelsa belleza de la montaña, llevando a las cumbres rebaños de gente, la odiosa multitud de beocios atraída tan solo por le menú de los hoteles… Por fortuna, aún falta mucho tiempo para que el cosmopolitismo vano e insustancial, que ha llenado de vulgaridad (y de oro) los valles incomparables de Suiza, lleguen hasta este paraíso montaraz en que comenzó a escribirse, con la Reconquista, la historia brillante de nuestra patria.”   
 Pedro Pidal, 1917 (Pedro José Pidal y Bernaldo de Quirós (Gijón, 1870-1941), marqués de Villaviciosa ha sido uno de los asturianos más polifacéticos del siglo XIX:  político, jurista, periodista,  escritor, cazador, deportista, etc. Diputado y senador; impulsó la creación del Parque Nacional de la montaña de Covadonga, y fue el primer alpinista, junto Gregorio Pérez El Cainejo,  que escaló el Urriellu (Naranjo de Bulnes).
  


6/13/2013

Una noche con Pepe Bahana

  Con la razón por delante se puede ir a muchos sitios, incluido a la casa de Socorro, o como ahora, al servicio de urgencias del hospital, como cuando otro amigo y yo llevamos al pobre Cesu Sport una mala noche en que se le cruzó un canalla con una navaja (que a la postre resultó cliente de una joven y prometedora abogada de Mieres con la que yo mantenía una intensa relación) y después una novata en el quirófano que no sabía lo suficiente para arreglar aquel costurón sin complicaciones mayores. Aquello fue el derrumbre de nuestro garito por excelencia, donde cantabamos a diario y haciamos planes increibles de viajes a golpe de parche tunero, sin más programa que el día de salida. Aquella saga deportiva de los cuatro hermanos Sport, de los cuales Luis había destacado sobre los demás jugando en el Caudal de Mieres el año de su ascenso a división de plata y fue protagonista de aquel gol extraordinario de cabeza desde el mismo centro del campo, de aquella saga deportiva, decía, acabaron los dos hermanos Cesu y Luis regentando el bar Sport en la recien inaugurada "Via de penetración", de sonoridad más anatómica o fisiológica que erótica, que pasaría a llamarse al poco "Alcalde García Conde", en vano recuerdo a uno de aquellos alcaldes que se fueron sucediendo en la postguerra en el Oviedin mas rancio y autoritario de su larga historia.
Salud camaradas       
 
Los hermanos Sport, Cesu y Luis el 2º y el 4º por la izquierda

Una noche con Max Baer

J. L. Alvite


5/24/2013

Mas "El Quebecuas"

Destinos irrenunciables, orígenes eternos... ¿A que me suena? ¡Ahora caigo! ¡La Unidad de destino en lo Universal! 
Acabaramos...

Quebec y Cataluña: emoción, historia y pueblo

Volvemos a sentir la angustia de la razón ahogada bajo supuestas verdades que se proclaman eternas

Antonio Cazorla Sánchez es catedrático de Historia de Europa en la Trent University (Canadá).

Es bien sabido que el nacionalismo catalán se inspira en el quebequense. Hoy este último es un valor político bastante alicaído, pero en 1980, cuando la opción “soberanista” fue claramente derrotada, y en 1995, cuando la diferencia entre el y el no fue mínima, los referéndos dividieron profunda y hasta traumáticamente a la sociedad canadiense, a la quebequense y a los francófonos. En YouTube están las imágenes del entonces primer ministro y líder del Partido Quebequense (PQ), René Levésque, reconociendo la derrota en 1980 ante una audiencia desolada, entre la que madres y padres jóvenes abrazan a sus hijos pequeños como si quisieran salvarlos, y ya no pudieran, de un naufragio histórico: otra derrota y otra humillación.
 El primer referéndum supuso además una sangría económica y humana principalmente para Montreal. Decenas de miles personas se sintieron sin futuro y se marcharon, sobre todo a Toronto. Este coste económico y humano, y la división social, no importaron demasiado a los nacionalistas, que si acaso radicalizaron sus posturas en cuestiones culturales mientras que las moderaban en temas socioeconómicos. Así, Jacques Parizeau, el líder quebequense en 1995, dijo que la derrota en el segundo referéndum se debía a la combinación de voto inmigrante y dinero (también está en YouTube). Ante estas palabras ¿cómo habrían de sentirse quienes no eran quebequenses “pure laine”? ¿Y la comunidad judía, a la que el antisemitismo, de larga raigambre en el viejo Quebec católico, asocia con la riqueza?
 En términos históricos, el nacionalismo quebequense parte del principio de que el “pueblo” de Quebec fue conquistado por la corona británica en 1759. Es una idea muy semejante a la que juegan los sucesos de 1714 en el ideario y en la simbología del nacionalismo catalán. De entrada, es curioso ver a muchos republicanos emocionarse por unas guerras dinásticas, y aplicar la mentalidad nacional de los siglos XIX (tardío) y XX a realidades del siglo XVIII, que poco tenían que ver con la nación (ni con los derechos humanos o el Estado del bienestar).
El nacionalismo, “progresista” o no, carece de una respuesta aceptable, desde el punto de vista de los derechos humanos, a la diversidad del mundo globalizado. Pero es que el nacionalismo usa a la historia para justificar su necesaria existencia. Sin embargo, los teóricos e historiadores del fenómeno más solventes han mostrado que la historia da una pátina racional a los sentimientos nacionales. Como, entre otros, han explicado Ernest Gellner, Eric Hobsbawn y Benedict Anderson, el discurso nacionalista es ahistórico, remontando las raíces de la patria a orígenes oscuros, cuando no eternos, y utilizando una selección de circunstancias culturales, sociales y económicas para explicar la unicidad de la comunidad nacional y la necesidad de un Estado propio que la defienda del riesgo inminente de desaparición. Porque el nacionalismo también usa uno de los sentimientos más rentables políticamente: el victimismo histórico. Desde éste, la grandeza de la nación se explica por sus méritos y características únicas, mientras que sus miserias vendrían por las indeseadas influencias ajenas.
 Como el caso del PQ y ERC demuestran, el sentimentalismo nacionalista no es patrimonio de la derecha. El gran padre del nacionalismo de izquierdas, el italiano Giuseppe Mazzini, veía a éste como un vehículo natural, a través de los Estados, para conseguir la fraternidad entre los hombres que, ya felizmente realizados en sus patrias, colaborarían con sus hermanos de otras naciones para hacer una humanidad más justa, avanzada y pacífica. Si Mazzini hubiese tenido razón, ni la unidad italiana habría sido llevada por el dúo reaccionario del conde di Cavour y el rey Victor Manuel II ni la alemana por los no menos retrógrados Bismarck y el emperador Guillermo I; tampoco las dos guerras mundiales habrían tenido lugar, o las limpiezas étnicas que provocaron.
 ¿Cómo es que hasta la izquierda nacionalista ha llegado aquí? Durante la Revolución Francesa, en el momento en que los historiadores creemos que cuaja el nacionalismo moderno, las palabras nación, “pueblo” y ciudadanos se convirtieron prácticamente en sinónimos, y en denominadores, de libertad, igualdad y fraternidad. Esta asociación duró poco. Como ha explicado el profesor José Álvarez Junco en el caso español, durante el siglo XIX las monarquías y las élites sociales se nacionalizaron, y la religión también (a la Iglesia la patria le supo a subversión hasta hace un siglo y medio).

En este proceso, el nacionalismo democrático quedó marginado por el éxito de un nacionalismo de privilegio y exclusión, que alcanzó su máxima expresión en la ideología imperialista. La idea de “pueblo” se convirtió en un sinónimo de tribu dotada de unas características raciales, culturales y lingüísticas, supuestamente inmutables a lo largo de la historia, que la separaban de los demás. Esta lógica exige que los derechos del “pueblo” y los de su “cultura” estén por encima de las identidades y elecciones personales de los individuos, y de las realidades de la calle. Por eso hoy el nacionalismo, “progresista” o no, carece de una respuesta aceptable, desde el punto de vista de los derechos humanos, a la diversidad del mundo globalizado, empezando por las migraciones. Por ejemplo, según el PQ, la defensa de la identidad quebequense exige uniformidad. En consecuencia, la de Quebec ni es ni podrá ser jamás una sociedad multicultural (aunque en realidad sí lo sea, y mucho). También en Quebec y en Cataluña es frecuente oír hablar de los derechos de la lengua, como si las cosas tuvieran derechos o éstos fuesen más importantes que los de las personas.
En el siglo XXI, malo es que los políticos nacionalistas crean que existe “el pueblo” y que se tenga que imponer la uniformidad cultural; pero peor es aun cuando se erigen en intérpretes y administradores de la voluntad, la única posible, que supuestamente ese “pueblo” desea realmente y necesita. El “pueblo” puede haber estado dormido, dicen, pero ahora hablará con voz única para aceptar finalmente su destino irrenunciable. Por eso, por ejemplo, el PQ repite que hará otro referéndum en cuanto pueda, hasta que el “pueblo” quebequense despierte del sueño producido por el trauma de la violación histórica de 1759 y dé la respuesta buena. Después ya no podrá votar más “volver” al Canadá. Por eso muchos nacionalistas catalanes no parecen reparar en los costes humanos, políticos, económicos, culturales y emocionales que pueden tener para los ciudadanos de Cataluña y de España el día de la redención nacional pendiente desde 1714.



Hemos entrado en una dinámica que tiene visos de acabar otra vez con vencedores y vencidos. Y así perderemos todos.

Malo es también cuando hay gentes que sienten que deben ser salvadas o cuando se pide la atención de la opinión pública internacional, sean lo que sean ambas cosas. Así, desde la última Diada (una tradición inventada hace algo más de cien años) hemos visto miles de personas en las calles de Barcelona pidiendo “Freedom for Catalonia” y dándonos ante el mundo, a ellos y al resto de los españoles, un “Goodbye Spain”, y hemos visto a los políticos subirse a esta ola. Parecerá moderno y europeo, pero es un espectáculo triste ver tanta historia, diversa, compleja, buena y mala, reducida a simplezas (expresadas en una lengua extranjera, como si los dos idiomas de Cataluña no fuesen bastante buenos) y dirigida a gentes a quienes, a diferencia de los españoles, todo esto importa poco o nada. Desgraciadamente, aún hemos oído cosas peores de las bocas de quienes deberían saber qué están haciendo: como los planes para un ejército catalán, o, por citar al nacionalismo contrario, sombras de intervenciones militares.
La historia de España y de Cataluña es muy distinta de la de Canadá y de Quebec. Sin ir más allá, la nuestra abrasa con rescoldos aún calientes, la de estos últimos no. Muchos de quienes lean estas líneas habrán vivido el final del franquismo y el nacimiento de, lo sabemos, nuestra imperfecta democracia. Desde entonces, aprendimos a respirar más tranquilos, sabiendo que éramos cada vez más libres y diversos. Creíamos haber dejado detrás la cuestión de si estábamos condenados a caer repetidamente en nuestras viejas pesadillas; y empezamos a practicar el no excluir a nadie. Sin embargo, parece que ahora volvemos a sentir ese viejo sentimiento tan nuestro: la angustia de la razón ahogada bajo supuestas verdades que se proclaman eternas. Aquí nos han llevado errores, prejuicios y ambiciones de muchos, nacionalistas o no; pero, pase lo que pase ya, parece que hemos entrado en una dinámica que tiene visos de acabar otra vez con vencedores y vencidos. Y así perderemos todos.